UN MUNDO DISTINTO, UN FUTURO DIFERENTE.



Por Juan Carlos Cué Vega

Consul de México en Brownsville.

Estimados compatriotas:

Hoy no hay otro tema, sino el de cómo una pandemia provoca una transformación del ser humano. No puede pensarse que cuando esto termine, todo puede ser igual. Cada uno de nosotros, sin duda, tenemos nuestra forma de ver y analizar este suceso. Intentaré hilar mis pensamientos en tres sectores de la vida. La salud y el impacto social, la economía y el trabajo y finalmente, el de nuestras acciones individuales en la conformación del futuro.

La fragilidad del hombre frente a lo nuevo y desconocido queda de manifiesto. Quien iba a recordar que en la historia ha habido siempre  hechos que sorprenden y aniquilan a la soberbia humana. Desde los escritos sagrados de todas las religiones, se anuncian apocalipsis que pueden llegar en diversas formas. Pestes y enfermedades colectivas en diferentes tiempos han causado  miles de muertes  y aún así, somos incapaces de sacar enseñanzas. Hoy que los avances tecnológicos nos hacen sentir que ya nada hay por descubrir, que ya todo está en la red, un virus, un agente infeccioso, de repente nos recuerda lo pequeños que somos frente al conocimiento del funcionamiento del cuerpo y el ecosistema de la tierra.

Los sistemas de salud de cada país son diferentes y la investigación recibe recursos económicos distintos de acuerdo a las prioridades que cada Estado tiene. Algunos estarán más avanzados que otros y pronto habrán de descubrir las vacunas necesarias para la cura de COVID-19. Para entonces, una parte importante de la población mundial habrá muerto sin que ninguna academia médica haya siquiera vislumbrado la catástrofe. La urgencia ha hecho que se agoten las disponibilidades. China al principio, Italia después, España en seguida y hoy, los Estados Unidos. Respuestas distintas, caóticas,  descoordinadas y totalmente inoperantes. Hospitales rebasados, enfermeros y doctores exhaustos, frustrados  por la incapacidad de honrar su juramento hipocrático, enfrentándose a disyuntivas morales y éticas en las que debe decidirse entre salvar vidas o dejar morir, Nunca el hombre ha estado más agobiado y acosado en su alma.

El derrumbe de las capacidades sistémicas es obvio sobre todo en las economías desarrolladas. Pero que pasa en los que ni siquiera tienen una infraestructura solida, incompleta y deficiente como en África, el Caribe, América Latina, donde hay muchos más retos de salud. La Organización Mundial de la salud, desde su creación en 1948, se planteo construir un futuro mejor y más saludable en el que la salud sea el bienestar físico y mental y no solo la ausencia de enfermedades y afecciones. La gran pregunta es, en este momento, si este noble pero ambicioso objetivo puede lograrse en un mundo de desigualdades patentes.

Habrá que tener más conciencia, sin egoísmos, en la que una justa repartición proporcional de aportaciones a la Organización, permita un balance en el que investigación, desarrollo de medicinas, distribución equitativa de las mismas, construcciones o reconversiones permitan disponer de nuevos centros hospitalarios así como de profesionales del ramo, en zonas del globo donde aún se vive bajo la medicina tradicional y la carencia permanente.

Esto sí es posible lograrlo, si la solidaridad entre naciones resulta de esta sacudida a la especie humana. Cuidar la salud de todas las razas debe ser, a partir de ahora un imperativo que corresponderá a todos alcanzar. Gobiernos, organismos, empresarios y sociedad civil, no debemos  dejar de ver en esta tragedia, la oportunidad de la contrición y renacimiento de lo correcto.

En estos días difíciles, el mundo se ha preguntado incesantemente si el parón económico dejará más daño que las defunciones; que si el hecho de que se haya tenido que recurrir al distanciamiento social (prefiero el término de aislamiento sanitario), tendrá más consecuencias como la hambruna, la pobreza, el desempleo, la violencia, el saqueo, en resumen, la disrupción del tejido social. Ahora, el empleo en todas sus áreas, la educación, la concurrencia de la convivencia social en lugares públicos creados para generar ganancia material, la transportación, la producción, la información, la observancia de los ritos de la fe y los demás componentes de nuestro entorno individual, dejan de ser como eran.

Hoy se han generalizado y son de norma social prevalente, el teletrabajo, la educación remota, la servicios de comida ordenada por una aplicación telefónica y entregada a la puerta de tu casa sin contacto, ni propina, los aviones semivacíos y sus rutas habituales suspendidas, el metro sanitizado 8 veces al día, los buses innecesarios ante la reclusión voluntaria o involuntaria del ser humano, la discontinuidad industrial generada por la escasez de partes de la cadena productiva, la reducción salarial y recorte de personal, los estadios, iglesias y auditorios desiertos y huecos de contenidos percibidos como socialmente indispensable.

Y la pregunta de fondo llama a reflexionar sobre la utilidad de todo esto, a cuestionarnos, como humanidad, si todo lo alcanzado no es una deconstrucción del propósito originario de la especie. Si hemos errado en priorizar el objetivo utilitario, sobre el valor intrínseco de la vida. Si la visión y enfoque impuesto por los comportamientos de nuestros pares, pisotea las certidumbres que teníamos en la caverna del vientre materno. Apelar a un nuevo orden que incluya estas variables surgidas del nuevo ambiente, debe ser la dirección para la justicia económica que se impone.

Vale la pena conocer cómo eran las cosas al inicio de la historia y estudiar la evolución que nos llevó a la aldea global. Cómo llegamos al dinero, a la propiedad, a la riqueza, a la acumulación como sinónimo de victoria y éxito. Si entendemos este pasado, podemos imaginar  un futuro diferente, distante del que creíamos alcanzaríamos antes de la pandemia. Estamos obligados a ello quienes hoy vivimos. Los nacidos durante esta crisis se lo merecen.

Para terminar.

No puedo terminar estas ideas sin apuntar dos temas directamente vinculados a la actividad consular. Lo primero es que como seguramente es de su conocimiento, el contagio del COVID-19 va en aumento a paso acelerado en nuestra región. En el Condado de Cameron tan sólo, al día de hoy ya hay 20 casos, de los cuales 10 son en Brownsville y el resto en Harlingen, San Benito y Los Fresnos. Si sumamos los casos ocurridos en el Condado Hidalgo, donde se encuentra McAllen, elevando el total para el Valle de Texas a 52 y más de 2500 para todo el Estado.Esta semana es crítica. El objetivo debe ser evitar al máximo que este virus se siga expandiendo. Por ello las autoridades de la Secretaria de Relaciones nos han instruido a que, sin excepción, nos apeguemos a las ordenanzas de las autoridades locales del lugar en donde estamos adscritos. También nos has pedido atender solo emergencias entre los usuarios de nuestros servicios y también cuidar la salud de todos nosotros en el Consulado. Por ello es que hemos cerrado la oficina, pero si usted tiene una urgencia, nos puede contactar via telefónica al teléfono de guardia (956) 459-8467 o por correo electrónico aconbrownsville@sre.gob.mx.

En segundo lugar muy atentamente les pido que PERMANEZCAN EN SUS CASAS y sigan todos los cuidados que ya conocemos, como lavado de manos, mantener la distancia de al menos dos metros entre individuos si es que van al supermercado, etc. Mientras más lo hagamos, mas pronto terminara esta pandemia y podremos regresar a nuestra vida y nuestro trabajo.

En el consulado estamos para servirles

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