UNA HISTORIA CONSULAR EN TIEMPOS DE PANDEMIA.



Por Juan Carlos Cué Vega

Cónsul de México en Brownsville

Estimados compatriotas:

A finales de la semana pasada se llevó a cabo un hecho que no debe pasar desapercibido, por lo que significa para muchas familias mexicanas que perdieron a sus familiares en los Estados Unidos de América producto de la pandemia de coronavirus y de su enfermedad derivada, el COVID-19,  y también porque es algo que debe conocerse respecto al trabajo consular mexicano.

Me estoy refiriendo a la repatriación hacia México de las cenizas de más de 200 connacionales originarios de diversos estados de la republica, principalmente de Puebla, Veracruz, Oaxaca y Tlaxcala. Puede parecer un acto meramente burocrático ante los ojos de muchas personas, pero tiene un alto grado de riesgo, sensibilidad, tacto diplomático, gestión administrativa y finalmente un alto sentido del humanismo.

La muerte de un migrante mexicanos es algo impactante. La tragedia es de por si un hecho inesperado para la familia y amigos de quien sacrificó todo para venir a los Estados Unidos y hacer una vida aquí, con todo lo que ello implica. Adaptarse a otras costumbres, a otras leyes, a otras personas, a ser objeto de ataques por su raza y origen, encontrar un trabajo y, finalmente, a ser una parte trascendental en la vida de los parientes en México, a quienes sostiene con sus envíos de remesas, que son producto de su esfuerzo y que tienen el gran mérito de hacerlo sólo, sin la ayuda de nadie.

La zona noreste de este país ha sido la más afectada. El estado de Nueva York, conocido porque ha sido destino tradicional de mexicanos originarios de Puebla, quienes se emplean y enganchan en la fuerza laboral que hace que ese estado sea tan poderoso económicamente. Los mexicanos que ahí emigraron, son quienes atienden mucha de esta fuerza laboral en empleos como lavaplatos, limpia baños, limpieza de oficinas, tintorerías y restaurantes, que hacen que funcione la gran manzana y toda aquella zona de manera tan espectacular, que su trabajo pasa desapercibido, pero que, su sola ausencia, será altamente resaltada una vez que se regrese a una nueva realidad.

La región fue golpeada con fuerza por el enemigo silencioso. Entre uno de sus muchos saldos, dejo a mas de 800 connacionales fallecidos en un espacio de sólo tres meses. Ochocientas vidas que no pudieron ser rescatadas porque, entre otras cosas, no tuvieron oportunidad ni acceso a un hospital, a un servicio médico por no contar con seguro, por no hablar el idioma, por no expresar su gravedad y porque además, continuaron realizando su trabajo, en donde hubieren estado, para poder seguir ganando dólares y porque muy probablemente eran asintomáticos y no se dieron cuenta nunca de su enfermedad, hasta que la muerte los sorprendió una noche o en un instante de sus días.

Una vez ocurrida la tragedia, nuestros consulados en Nueva York, Minnesota, Philadelphia, el Distrito de Columbia, Boston y Chicago, empezaron a recibir las llamadas desesperadas de las familias de estos valiosos individuos, buscando conocer sus paraderos, buscando saber su situación. Muchos informaron no tener contacto con ellos y estar angustiados pues las noticias que se recibían no eran nada halagüeñas.

Se empezó entonces a acelerar el curso de la maquinaria de los consulados de México en labores de protección. Nuestra Dirección general de protección a mexicanos en la cancillería al mismo tiempo de gestionar los recursos económicos necesarios, dictaba instrucciones precisas para la forma en que habría de procederse en la repatriación de los restos de quienes hubieran tenido la suerte de de ser localizados e identificados. Se trataba de evitar que sus cuerpos fueran arrojados a las fosas comunes que el gobierno de los estados arriba mencionado empezaron a cavar para disponer de los cadáveres y evitar así mayores riesgos sanitarios.

En México, las normas que rigen el traslado internacional de restos habían sido más o menos claras y más o menos flexibles. A lo largo de años los consulados hemos participado en envío de féretros y pertenencias de nuestros compatriotas muertos. Pero la intempestiva llegada de la enfermedad y la necesaria protección que los gobernadores estatales en México tienen que brindar a su población, hicieron que todo el marco jurídico aplicable se tuviera que cambiar. Diversos estados establecieron que ya no podrían transitar los cadáveres por sus estados, sino que necesariamente tendrían que llegar en cenizas, debidamente identificadas y selladas.

Como es conocido, la idiosincrasia mexicana tradicionalmente hace que las familias de una persona difunta tengan la oportunidad de tener un funeral de cuerpo presente. No está en la costumbre mexicana la cremación. Esto, en tratándose de cuerpos que vienen de otro país, se convierte en una gestión muy sensible para los cónsules de México, pues al mismo tiempo que se tiene que cumplir con el envío del cadáver, debe también hacerse saber la opción de la cremación. Muchas veces esta gestión es dolorosa para le gente y se niegan a ello por razones religiosas o por costumbre.

Los cónsules ubicados en la ciudades ya señaladas, con el consentimiento de las familias, procedieron a alcanzar acuerdos con las morgues locales para que se pudieran hacer incineraciones a bajos costos o gratuitas y sobre todo, a recibir y almacenar las urnas en sus oficinas para su posterior envío, ya que no había servicios de funerarias de líneas aéreas etcétera, lo que hacía imposible el disponer que se hicieran llegar las cenizas de manera inmediata a sus deudos.

Por gestiones de la Secretaría de Relaciones, se obtuvieron los recursos para pagar los costos de incineración en aquellos casos que no se pudo obtener la gratuidad y se obtuvo la anuencia de fletar un avión de la Fuerza Aérea Mexicana específicamente para transportar a México las más de 200 urnas conteniendo las cenizas de nuestros compatriotas fallecidos.

La importancia de esta acción, debe ser reconocida por todo lo que implica. Pero sobre todo, porque brindó un ejemplo de solidaridad y respeto y así dar dignidad a quienes murieron.

Finalmente se dio el proceso de entregar las cenizas a sus familias en México. Descansen en paz.

Este es un ejemplo de las muchas acciones e historias desconocidas que se realizan por el personal de los consulados de México, quienes también hemos tenido que enfrentar la enfermedad y hacer el trabajo dentro de los límites de lo posible. Algunos de nuestros compañeros también se han contagiado en el curso de la enfermedad, pero todos hemos seguido prestando los servicios de protección de manera permanente y con limitaciones, los de documentación. Este es también un esfuerzo que hacemos por servir a nuestra comunidad a pesar de los difíciles momentos que se viven.

He narrado esta historia, en homenaje a nuestros compatriotas muertos, pero también en honor al trabajo consular, a nuestros compañeros en las oficinas de México en Estados Unidos y en todo el mundo, donde también se han hecho miles de tareas para poder repatriar vivos a miles de compatriotas que se quedaron varados en muchas regiones del mundo.

En el Consulado de México en Brownsville, estamos para servirte. Búscanos. Te atenderemos con gusto.

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