Washington, D.C.
Tiempos de guerra exigen medidas extraordinarias. Y Donald Trump, después de jurar erróneamente que la crisis del coronavirus estaba “bajo tremendo control” en Estados Unidos, se erige ahora como un presidente “en tiempos de guerra” contra un “enemigo invisible” que lo ha obligado incluso a cerrar o limitar parte de la frontera, y justificar la expulsión inmediata de solicitantes de asilo e inmigrantes indocumentados.
Mirando hacia el norte, y conjuntamente con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, acordó cerrar por al menos 30 días la frontera que comparten ambos países al “tráfico no esencial”, sin que eso afecte al intercambio comercial.
Una medida que todavía no se plantea en el sur, para la frontera con México.
“No cerramos, no vamos a cerrarla, pero vamos a invocar una provisión concreta que nos permitirá mayor libertad sobre qué hacemos”, informó; sin embargo, la medida que aplicará es una cláusula legal que le permite “suspender la entrada e importaciones de ciertos lugares para prevenir la propagación de enfermedades”.
Con esa excusa, la administración planea deportar sin debido proceso ni explicaciones a solicitantes de asilo e indocumentados que traten de cruzar a Estados Unidos.
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