Un brote masivo en un barco pesquero sugiere que los anticuerpos protegen frente a covid



A falta de experimentos con seres humanos en el laboratorio —desaconsejables con un virus potencialmente letal que no tiene tratamiento—, los científicos escrutan el planeta en busca de experimentos naturales, acontecimientos caprichosos que puedan ayudar a entender mejor la peste del nuevo coronavirus. Uno de estos fenómenos improbables comenzó el 13 de mayo, cuando el barco American Dynasty, especializado en la pesca de lenguados de aleta amarilla, zarpó de Seattle (EE UU) con 122 tripulantes a bordo supuestamente saludables. Poco más de dos semanas después, el buque tuvo que regresar a puerto, tras enfermar gravemente uno de los trabajadores hasta requerir hospitalización. El 85% de la tripulación estaba infectada por el coronavirus.

Es un experimento natural fascinante. Prácticamente todos los tripulantes —120 de 122— se habían hecho análisis uno o dos días antes de zarpar, sin rastro del virus. Tres de ellos presentaban anticuerpos neutralizantes, las proteínas producidas por el cuerpo humano para defenderse del nuevo coronavirus, indicio de haber superado la infección en el pasado. Los 122 miembros volvieron a hacerse análisis al llegar a puerto. “Ninguna de las tres personas que tenían anticuerpos neutralizantes antes de zarpar se infectó durante el brote”, subraya ahora un grupo de investigadores de la Universidad de Washington, que ha publicado un estudio preliminar sobre el caso del American Dynasty. “Por el contrario, de las otras 117 personas seronegativas [sin anticuerpos detectables], 103 se infectaron”, recalcan.

La muestra es muy pequeña, pero los autores creen que esta diferencia es estadísticamente significativa. “Son los primeros datos del mundo real que muestran que los anticuerpos protegen frente a la covid“, sostienen estos virólogos de la Universidad de Washington, encabezados por Alex Greninger. Su estudio es de momento un borrador pendiente de revisión para su publicación en una revista especializada, pero ya ha recibido aplausos de expertos independientes. El virólogo Florian Krammer, del hospital Monte Sinaí de Nueva York, ha afirmado que se trata de “la primera prueba del efecto protector de las infecciones previas”.

“No demuestran que sean los anticuerpos —que son la forma de medir que ha habido una respuesta inmunitaria global—, sino que el sistema inmunitario globalmente protege. Y en el fondo ya lo sabíamos”, opina la viróloga española Margarita del Val. “En los 22 millones de casos confirmados en el mundo, habrá algunos reexpuestos a la infección. Sin embargo, no se describen reinfecciones más graves o ni siquiera igual de graves que las primeras. Son benignas o inaparentes. La inmunidad es buena, protege. ¿Cuánto tiempo? No lo sabemos”, reflexiona Del Val, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid.

Los anticuerpos neutralizantes son capaces de unirse al virus y bloquearlo. El nuevo coronavirus utiliza sus espículas, esas protuberancias que le dan forma de maza medieval, como llaves para abrir las células humanas. Los anticuerpos las inutilizan, como haría un chicle pegado a una llave. En el laboratorio, diferentes experimentos con animales, desde hámsteres a ratones, ya habían mostrado que los anticuerpos neutralizantes ofrecen protección frente al SARS-CoV-2, pero faltaban pruebas en humanos.

El equipo de Alex Greninger recuerda que algunas vacunas experimentales contra la covid, como la de la Universidad de Oxford y la de la empresa estadounidense Moderna, producen niveles de anticuerpos neutralizantes similares a los observados en las personas infectadas por el coronavirus. Sin embargo, todavía no se ha demostrado que los anticuerpos protejan en la vida real, aunque se dé por hecho. El caso del American Dynasty es una buena señal.”Es la primera vez que en humanos se observa una asociación entre la presencia de anticuerpos neutralizantes en la sangre, como resultado de una infección previa, y la protección frente a una nueva infección”, confirma la viróloga Isabel Sola, responsable junto a su colega Luis Enjuanes del desarrollo de una vacuna experimental contra el coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid. Sola subraya una de las limitaciones del nuevo estudio: “No se ha tenido en cuenta la inmunidad celular [otra línea de defensa del cuerpo humano, protagonizada por un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos T], que seguramente también está contribuyendo a la protección”.

“En conjunto, la observación es prometedora, porque sugiere que los anticuerpos neutralizantes que inducen las vacunas estarían contribuyendo a la protección. La cuestión ahora es cuánto duran esos anticuerpos neutralizantes en la persona infectada”, opina la viróloga.

El barco pesquero, una fábrica flotante de pescado congelado, también ofrece otra enseñanza. En apenas dos semanas, el virus fue capaz de infectar a más de un centenar de compañeros. Las condiciones eran ideales: contactos múltiples, cercanos y prolongados en espacios cerrados. El coronavirus infectó al 85% de la plantilla, pese a que se tomaron medidas preventivas, según ha asegurado en un comunicado Mikel Durham, el director ejecutivo de American Seafoods, la empresa propietaria del barco pesquero: “Pese a nuestros esfuerzos, […] el virus nos encontró”.

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