¿Por qué los contagios de COVID-19 se desbordaron en Chile?



SANTIAGO, Chile.

“Quédate en casa” —una de las frases más repetidas en el mundo durante la pandemia del nuevo coronavirus— parece no haber hecho suficiente eco en Chile.

Aunque las autoridades intentaron rastrear las infecciones, equipar a sus hospitales con ventiladores e imponer distanciamiento social, Chile es el sexto país del mundo con más contagios reportados del nuevo coronavirus, está a un par de miles de alcanzar el quinto lugar que hoy tiene Perú y dejó atrás a México, que lo supera siete veces en la cantidad de habitantes

¿Cómo se alcanzaron 300.000 infectados y por qué más de un médico reportó que el sistema de Salud se había desbordado? Según expertos, hubo una causa principal: miles de chilenos no permanecieron en casa ni dejaron de moverse por sus ciudades.

No fue sino hasta la segunda quincena de junio que los contagios empezaron a disminuir y el ministro de Salud, Enrique Paris, pudo hablar de una “leve mejoría” en la capital, aunque en ciudades del sur y norte los contagios siguen a la alza. En los últimos días Santiago ha reportado un promedio de 3.000 contagios diarios, pero a mediados de junio —cuando se considera que se alcanzó el pico de la pandemia— los números casi llegaban a 7.000 casos nuevos cada día.

Al parecer la causa principal del fracaso gubernamental para contener la pandemia estuvo en su falta de control de la movilidad de personas. Una cuarentena rige en la capital desde hace siete semanas, pero el gobierno otorga permisos individuales para que la gente pueda salir y las restricciones no se endurecieron a pesar de que el sistema hospitalario mantiene una ocupación de camas de uso crítico y de ventiladores de 86% a nivel nacional y de 92% en Santiago.

Chile cuenta con 19 millones de habitantes y el 80% de los infectados se concentra en el gran Santiago, donde la gente —a veces con permiso gubernamental y otras veces sin él— continúa en las calles para trabajar o para resolver asuntos personales.

A quienes salen sin autorización les esperan sanciones, pero no a todos les ha importado. Por ello, el gobierno del presidente Sebastián Piñera ha endurecido en varias ocasiones las multas y penas de cárcel para los infractores de la cuarentena y no fue sino hasta los últimos días de junio que redujo los permisos individuales semanales: en abril se otorgaban hasta 21 y actualmente sólo se expiden dos. Las multas van de 400 a 1.300 dólares y las condenas de presidio oscilan de 61 días a cinco años.

Mientras otras ciudades de América Latina como Buenos Aires, Lima o San Salvador permanecieron semanas con calles vacías debido a sus respectivas cuarentenas, la movilidad en Santiago, donde viven ocho millones de personas, sólo cayó 40%. Se calcula que 2,3 millones de trabajadores mantuvieron permiso diario para laborar por turnos y que 147.000 empresas siguieron funcionando porque se les consideraba “esenciales”. Cada jornada se suman en promedio otras 800.000 a un millón de personas que salen con pases para comprar alimentos, pagar cuentas y miles más que se mueven sin autorización o que se consideran trabajadores informales y necesitan estar en la calle para ganarse el sustento que les permita comer en el día.

El permisivo sistema para obtener permisos diarios y el funcionamiento del transporte público, incluido el subterráneo, colaboran al traslado de las personas.

A las empresas con permisos legales se suma un número indeterminado de fábricas disfrazadas de esenciales. Tras una denuncia de prensa se detectó una fábrica de cortinas, Roller, que amplió su rubro al área de la salud. La Subsecretaria de Prevención del Delito, Katherine Martorell, dijo tras fiscalizarla que “cambió de giro a venta de medicamentos al por mayor. Adentro sólo hay confección de cortinas, está lleno de trabajadores”.

Otro caso que tuvo gran difusión fue el de Fruna, fabricante de caramelos, chocolates, bebidas y helados que exporta parte de su producción. Su gerente general otorgó un documento que autorizó el funcionamiento de su guardería de niños y bebés, cuya operación está prohibida. En el interior había tres educadoras y cuidadoras y cuatro menores, incluidos un par de bebés. Martorell dijo que el permiso carecía de validez porque la empresa “elabora y reparte alimentos, pero eso no tiene justificación para que este jardín se encuentre abierto. Todos son hijos de funcionarios de la empresa”.

The Associated Press se comunicó con Roller para conocer su versión. Dijeron que llamarían de vuelta desde la gerencia, pero no han llamado. Los teléfonos de la gerencia de Fruna no contestaron.

Las empresas que funcionan en forma fraudulenta y obligan a sus trabajadores a laborar presencialmente, arriesgan multas desde 15.000 a 60.000 dólares, y penas de cárcel de hasta tres años.

La gobernación de Santiago dijo que se han recibido poco más de 1.000 denuncias de funcionamiento irregular. Las fiscalizaciones están a cargo de la Subsecretaría Regional Ministerial de Salud, que dispone de 375 inspectores que serán reforzados por inspectores del Ministerio del Trabajo.

Ante la gravedad de la situación, el gobierno habilitó dos números de celulares para recibir denuncias anónimas por whatsApp.

Alejandro Bermúdez, que portaba un permiso para trabajar en una empresa, dijo a The Associated Press que para que las personas se queden en sus casas, “el gobierno puede ayudar a las personas que no tienen recursos para sustentarse, para poder comer”.

El gobierno ha entregado pequeños subsidios a unos 10 millones de personas necesitadas y repartió casa por casa 2,5 millones de cajas con víveres para dos semanas, que se les acabaron antes de que las autoridades terminaran de entregarlas.

Sergio González, psicólogo y antropólogo de la Universidad de Santiago, señaló a la AP que errores cometidos por Piñera en el manejo de la pandemia –como cuarentenas móviles y anticipados discursos triunfalistas en abril sobre “retorno seguro”, sumados a la pobreza y desigualdad— “hacen un caldo de cultivo enorme para que haya menos respeto por la norma y menos respeto por las medidas de cuidado individual y colectivo”.

El mandatario comete además otros errores, apunta el experto, como llegar caminando el fin de semana a una vinoteca que vende alimentos. Al respecto, el ministro de Salud afirmó que en su calidad de presidente, Piñera puede moverse durante la cuarentena, aunque admitió que “yo creo que hay que medir las consecuencias de los actos que uno lleva a cabo como autoridad”.

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