EFE.
Sandra Day O’Connor, la primera mujer en convertirse en magistrada del Tribunal Supremo de Estados Unidos, deja un legado de pragmatismo y de perseverancia tras su muerte este viernes a los 93 años.
O’Connor fue nominada en 1981 por el expresidente republicano Ronald Reagan y, a pesar de que el cargo es vitalicio, dejó la institución en 2006 por motivos familiares. Durante su paso por el alto tribunal abordó asuntos trascendentales como el aborto y la discriminación positiva en las universidades.
Aunque había militado en el Partido Republicano y era cercana a Reagan, el voto de O’Connor fue una “bisagra” durante los 24 años que estuvo en el Supremo, inclinándose hacia posturas más progresistas o conservadoras en diferentes casos.
En una entrevista en 2013 con NPR, O’Connor defendió la neutralidad inherente al cargo de magistrada en el Supremo: “No creo que ningún juez deba oscilar entre una postura u otra, sino tomar decisiones basadas en los principios legales”.
Y es que, durante su carrera profesional, la jueza tuvo que defender hasta el cansancio su validez como jurista, en una época en la que las mujeres estaban apenas abriéndose campo en el mercado laboral.
Una vida abriéndose camino
Nacida en El Paso (Texas) y criada en un entorno rural, O’Connor destacó desde joven en los estudios, lo que la llevó a ser admitida en la prestigiosa facultad de Derecho de la Universidad de Standford, siendo una de solo cinco mujeres en su promoción.
Tras graduarse en 1942, O’Connor se enfrentó a la realidad de un mundo profesional hostil: según contó a NPR, se presentó en unos 40 bufetes de abogados, que la rechazaron porque “no contrataban mujeres“.
Tras pasar un tiempo como secretaria, la exmagistrada decidió escribir personalmente a la oficina del fiscal general del condado de San Mateo, en California, para pedirle trabajo, aunque fuera sin sueldo, según narra la página web del Supremo.
Finalmente, el fiscal le ofreció un puesto y allí comenzó su carrera legal que, tras una pausa de varios años para dedicarse a sus tres hijos, la llevó por diferentes cargos tanto en el poder judicial como en el legislativo.
Del Senado de Arizona al Tribunal Supremo
A finales de la década de 1960, fue legisladora en el Senado estatal de Arizona, por el Partido Republicano y en 1972 se convirtió en la primera mujer en la historia del país en presidir la Cámara Alta de un estado. En este cargo, promovió leyes para garantizar la igualdad de derechos laborales y de propiedad de las mujeres.
De ahí pasó a ser jueza de la Corte de Apelaciones de Arizona y en 1981 fue nominada por Reagan al Supremo, quien había prometido en campaña colocar a la primera mujer en el máximo tribunal de Estados Unidos.
O’Connor permaneció en el cargo hasta 2006, tras haber participado en importantes casos y redactado decenas de opiniones, entre ellos el fallo que dio la presidencia al republicano George Bush en el 2000 al desestimar el recuento de votos que pedía el candidato demócrata Al Gore.
Su paso por el Tribunal también trajo cambios físicos al edificio: como el primer baño para mujeres o el cambio de nombre para el comedor usado por las parejas de los jueces, que antes era el “comedor para damas”.
Retirada y galardonada por Obama
Decidió retirarse del puesto en 2006, para cuidar de su esposo que padeció Alzheimer, y fue reemplazada por el actual magistrado Samuel Alito.
Sin embargo, se mantuvo activa en política, principalmente a través de su fundación iCivics, para promover el conocimiento para que todos los ciudadanos estadounidenses comprendan la Constitución.
En 2018 anunció que había sido diagnosticada con demencia y se retiró de la vida pública.
En reconocimiento a los logros de su vida, el presidente demócrata Barack Obama otorgó en 2009 a la jueza O’Connor el honor civil más alto del país, la Medalla Presidencial de la Libertad.
O’Connor falleció este viernes en Phoenix (Arizona) “por complicaciones relacionadas con demencia avanzada, probablemente Alzheimer, y una enfermedad respiratoria“.