Evocan la pandemia de 1918



CIUDAD DE MÉXICO.

“Como decía Cicerón: ‘La historia es maestra de la vida’, y debería ser muy útil para entender qué sucedió antes y explicarnos cómo se vive un fenómeno de esta naturaleza y cómo se afrontó”, dice en entrevista.

Hoy, el confinamiento y la suspensión de actividades públicas desconcierta, pero son medidas que se aplicaron también en aquel México, cuando las autoridades cerraron establecimientos y recomendaron medidas de higiene y cuidado personal, como “sofocar” los estornudos y la tos en un pañuelo, el uso de mascarillas, no escupir en la calle y evitar las aglomeraciones y lugares mal ventilados.

Proveniente de Estados Unidos, la influenza de hace un siglo siguió los caminos del hierro, como decía un doctor de la época, Aquileo Villanueva, en referencia al ferrocarril, relata Rojano. Venustiano Carranza gobernaba entonces un México que padecía los estragos de la Revolución y sus políticas de salud fueron criticadas por El Nacional, parte de la escasa prensa que no fue condescendiente con el régimen.

“La influenza española fue un tema de ocho columnas. Imperaba una visión muy centralista de la vida del País, como seguramente hoy sigue sucediendo (…) Las notas periodísticas hablaban de cómo ‘va avanzando, va avanzando, va avanzando’, desde el norte del País, y de su llegada a la Ciudad de México como el gran impacto.

“Había pocos casos como El Nacional, que cuestionaba fuertemente al régimen de Carranza al decir que no había médicos ni insumos ni recursos necesarios”, señala Rojano. La virulencia de la enfermedad -cuyos síntomas incluían fuertes dolores de cabeza y garganta, tos, calentura mayor a 40 grados y decaimiento físico- era tal, apunta el historiador, que desde los primeros momentos se habló de “innumerables víctimas”. Pero la mayoría enfermaba de manera “benigna”, como declaraba entonces un médico de nombre Carlos Dublán, y el riesgo de morir se incrementaba entre las personas mayores y quienes padecían afecciones crónicas, como sucede ante el Covid-19. “Desde su perspectiva, los ‘organismos enteramente sanos’ eran los que tenían buenas posibilidades de sortear el mal. Dublán también mencionaba que parte de las complicaciones con la influenza tenían que ver con la ‘imprudencia’ de los enfermos, que salían de su aislamiento y eran víctimas del cambio de clima, o que consumían alimentos no permitidos”. Como parte de la estrategia para detener la enfermedad, diversos Estados clausuraron temporalmente establecimientos para evitar la aglomeración de gente, mientras que en la Ciudad de México sólo se restringió el horario de teatros, cines y cantinas, que debían terminar a las 23:00 horas, y tampoco cerraron escuelas, que sólo adelantaron exámenes para cumplir con el ciclo escolar. “Debido a que el aislamiento en la capital no era tan estricto, Carranza y su esposa asistieron, en su carácter de padrinos, a la ceremonia y recepción por el bautizo de la hija de Manuel Aguirre Berlanga, uno de los políticos más prominentes del régimen.

El convite se realizó en la villa de Coyoacán y estuvo muy concurrido”. Para finales de octubre de 1918 se informaba que los médicos del País no podían atender siquiera a la “centésima” parte de los enfermos, pues la influenza se desarrollaba “alarmantemente” rápido. La clase pobre, como ocurre ahora, fue la más afectada por la influenza debido, entre otras cosas, a la mala alimentación y a la miseria en que vivían, explica Rojano. “Por ejemplo, la enfermedad atacó duramente a las familias de las barriadas al sureste de San Luis Potosí, como también a las sufridas soldaderas que vivían con sus juanes en los cuarteles militares; en Yucatán afectó a los ‘infelices trabajadores del campo’ que desdeñaron lo que consideraban un simple catarro. Algunas de las víctimas de Laredo, en Tamaulipas, eran obreros que no pudiendo cruzar la frontera. “Y como a los pobres se les cargaban todos los males, tuvieron que lidiar además con el estigma de que por su situación eran necesariamente portadores. De ahí que se considerara que los niños que vivían en vecindades eran quienes contagiaban a sus compañeros en los colegios de su barrio”.

En contraste, la solidaridad surgió como respuesta para enfrentar la pandemia. “Así fue como trabajadores de los rastros y mercados de la Ciudad de México decidieron donar un día de sus ‘haberes’ para comprar medicinas y ayudar a los enfermos pobres, e inclusive a ellos mismos o a sus familias, por si acaso llegaban a contraer el mal. “Esta idea buscaba estar a tono con otra similar que planteaba que los altos funcionarios de la administración debían ceder una decena de su salario para ayudar en el combate, sólo que ésta última no fructificó porque muchos de los involucrados se negaron. De ahí que se llegó a decir: ‘casi siempre son los humildes los que mejor saben dar muestras de altruismo y desprendimiento'”.

Unas 300 mil vidas personas murieron en el País, según algunas fuentes. “Si nos atenemos al discurso oficial, el impacto de la enfermedad no fue tan grave, tal y como lo dejó entrever el Presidente Carranza durante su informe de septiembre de 1919, ya que sólo le dedicó una líneas al tema resaltando que el envío de delegaciones sanitarias ‘bien provistas’ ayudó a apresurar el fin del ‘terrible mal'”. Precisamente la percepción que tenemos sobre ciertos hechos del pasado, previene Rojano, lleva a pensar que la historia se repite. “Si bien es cierto que hay fenómenos similares a lo largo del tiempo, lo que imprime particularidad a los procesos históricos es la forma en cómo se afrontan, el desenlace.

¿Cuál será el desenlace de la epidemia que hoy vivimos? ¿Cómo la vamos a rememorar cuando ya sea considerado un hecho histórico?”. ASÍ LO DIJO “Si bien es cierto que hay fenómenos similares a lo largo del tiempo, lo que imprime particularidad a los procesos históricos es la forma en cómo se afrontan, el desenlace. ¿Cuál será el desenlace de la epidemia que hoy vivimos? ¿Cómo la vamos a rememorar cuando ya sea considerado un hecho histórico?”. Edgar Rojano, Historiador

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