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La disputa arancelaria entre las dos economías más grandes del mundo adquirió mayor peligro cuando el presidente estadounidense Donald Trump intentó reducir su guerra comercial global a un enfrentamiento directo —y riesgoso— con China.
Aunque Trump revirtió sus aranceles recíprocos más amplios sobre la mayor parte del mundo ante los temores de que sobrevenga una recesión, de todas formas aumentó una vez más sus aranceles sobre China, llevándolos al 125%. Esta medida enfrasca a los rivales estratégicos en un enfrentamiento cada vez más profundo que pone en peligro sus economías y sus intereses en todo el mundo.
Lo que está en juego es más elevado que nunca, pues Washington y Beijing ya están inmersos en una competencia en todo, desde inteligencia artificial hasta política monetaria e influencia global en general.
Cada nación desafía a la otra a ceder primero. Pero las rondas de intensificación están generando preocupaciones de que la ventana para la diplomacia se haya reducido aún más, mientras se agudiza el dolor económico en ambas naciones.
Detrás de todo esto, como de costumbre, se oculta la geopolítica: los temores sobre la seguridad regional y global que siempre están en juego cuando las relaciones económicas entre dos de las naciones más poderosas del mundo se tornan agresivas.
“Cuando golpeas a Estados Unidos”, declaró Karoline Leavitt, secretaria de prensa de la Casa Blanca, “el presidente Trump devolverá el golpe con más fuerza”.
Un enfoque de ida y vuelta
Después de que Beijing respondiera al impuesto recíproco del 34% a China aplicado por Trump con la misma tasa del 34% sobre los productos estadounidenses, Trump aumentó el arancel en otros 50 puntos porcentuales, sólo para encontrarse con el mismo incremento arancelario por parte de Beijing el miércoles por la mañana. Los productos estadounidenses que van a China ahora serán gravados al 84%.
Horas después, Trump declaró que las importaciones chinas a Estados Unidos serían gravadas “de inmediato” al 125%, citando la “falta de respeto que China ha mostrado a los mercados mundiales”.
“En algún momento, con suerte en un futuro cercano, China se dará cuenta de que los días de aprovecharse de Estados Unidos y otros países ya no son sostenibles ni aceptables”, escribió Trump en su plataforma Truth Social.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, insistió en que esta había sido la estrategia de Trump desde el principio y en que Beijing ha “mostrado al mundo (que ellos son) los malos actores”.
Aunque los mercados financieros se recuperaron de sus mínimos más profundos luego de conocerse que China sería el blanco de la mayor parte de la ira de Trump, las perspectivas reales de la creciente guerra comercial con Beijing aún se encaminan a ser significativas.
El miércoles, el Consejo Empresarial Estados Unidos-China instó a los dos gobernantes a “sentarse a la mesa” y hablar. “Los aranceles selectivos para alentar a China a acudir a la mesa de negociaciones son una cosa, pero estos amplios aranceles recíprocos no van en interés de nadie. Perjudicarán significativamente a la economía global, a la estadounidense y a la china, al igual que a las empresas, agricultores y consumidores estadounidenses”, advirtió el consejo.
Trump ha dejado poco margen para negociar una salida con China, salvo que ese país capitule, lo cual sería una abominación para el presidente chino Xi Jinping.
“Xi no será obligado a hacer una llamada”, señaló Sun Yun, directora del programa de China en el centro de estudios Stimson Center, con sede en Washington. Solamente una vez en la historia reciente, señaló, un gobernante chino ha llamado a Estados Unidos sin invitación, y ello fue después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Las tensiones comerciales, si no se controlan, podrían extenderse a otros sectores, advirtió.
Craig Singleton, el principal investigador sobre China en otro centro de estudios en Washington, la Fundación para la Defensa de las Democracias, coincidió en que una llamada telefónica desde Beijing es “improbable en este ambiente”.
“Cada lado cree que el tiempo está de su lado, lo que aumenta el riesgo de que ninguno se movilice para distender (la situación) hasta que ya se haya causado un daño real”, observó. “Esto ya no es sólo sobre aranceles. Es una prueba de voluntades”.
Ambas partes tienen sus cálculos
Antes del anuncio de Trump, Bessent calificó de “lamentable que los chinos realmente no quieran venir y negociar”.
“Y puedo decirles que esta intensificación es una pérdida para ellos”, declaró Bessent el miércoles en el programa “Morning with Maria” de Fox Business Network. “Sus exportaciones a Estados Unidos son cinco veces (mayores que) nuestras exportaciones a China. Así que pueden elevar sus aranceles. Pero, ¿y qué?”.
China tiene sus propios cálculos. Sus gobernantes, que supervisan a la segunda mayor economía del mundo, han prometido no rendirse ante la intimidación de Estados Unidos.
Aunque los aranceles de Trump más altos de lo esperado tomaron por sorpresa a otros países, China dice que ha estado preparada, luego de haber aprendido una lección de sus tratos arancelarios previos durante el primer gobierno del mandatario estadounidense.
En respuesta a las diversas rondas de aumentos arancelarios de Trump, Beijing ha respondido rápidamente en cada ocasión con un paquete de medidas arancelarias y no arancelarias.
Desde que Trump impuso su primera ronda de aranceles a China en 2018, los gobernantes en Beijing han desarrollado un conjunto de herramientas de aranceles, restricciones a las importaciones, controles a la exportación, sanciones, revisiones regulatorias y medidas para limitar a las empresas de hacer negocios en China.
Todo está diseñado para infligir dolor a la economía y a las compañías estadounidenses en respuesta a cualquier movimiento comercial del gobierno de Estados Unidos.
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