Escuelas indígenas quedan en el olvido



Pachuca.

Tiocuatitla es una comunidad indígena náhuatl ubicada en Huejutla, Hidalgo. Ahí habitan alrededor de 300 personas, pero sólo cinco familias tienen televisor; 12 radio, y tres teléfono celular. Nadie tiene internet y pocos cuentan con energía eléctrica. En esas condiciones inicia hoy el nuevo ciclo escolar para los 37 niños del pueblo que cursan educación básica.

“Los derechos de los niños son los mismos para todos, pero las oportunidades para los menores indígenas son diferentes”, lamenta la maestra Judith Longinos, quien es una de las tres profesoras con los que cuenta la escuela del pueblo Varón de Cuatro Ciénagas, la cual tiene 27 niños inscritos de primero a sexto año y 10 en preescolar.

La modalidad del plantel es multigrado; es decir, en un solo grupo toman clases de primero a tercer año, y en el otro, de cuarto a sexto año. La pandemia por Covid-19 orilló a que desde marzo los maestros sólo laboren con material impreso y cuadernillos de trabajo.

Realizar las clases en estas condiciones ha sido todo un reto, cuenta Judith, quien dice que tiene que caminar media hora para llegar a la carretera que lleva al pueblo. Ahí espera el transporte a la comunidad, que sólo hace dos salidas al día, una en la mañana y la otra en la tarde.

Dice que una vez por semana se trasladaba de Huejutla, donde vive, a la comunidad con el material de trabajo, el cual entregaba al comité de padres de familia y estos se encargaban de llevarlo a los padres de los menores.

En los cuadernillos había material para tres o cuatro semanas. Tras ese tiempo, regresaba a recogerlo y resolver dudas. En esas condiciones, considera, los niños sólo pudieron aprovechar el curso entre 40% y 50%.

“No hay vigilancia de nosotros a los niños y también tenemos un gran problema, pues en casa los alumnos se distraen y no se aplican en sus materias, sobre todo no tienen un respaldo que los auxilie, ya que sus padres no cuentan con instrucción académica, algunos, incluso, no saben leer ni escribir”, señala.

Este pueblo, donde habitan indígenas nahuas, es una comunidad pobre donde sólo algunos tienen servicios básicos.

Llegar es complicado, el camino es de terracería y sólo hay una persona con vehículo. Es una camioneta que sirve como transporte público.

Los niños son la esperanza de esta comunidad, pero la pandemia volvió a desnudar la pobreza de los pueblos indígenas y la falta de un sistema incluyente para ellos.

Nuevo curso en nueva normalidad

Judith lamenta que el plan de la Secretaría de Educación Pública (SEP) para el nuevo curso no sea viable para su escuela.

Afirma que a quienes lo planearon se les olvida que existen comunidades como Tiocuatitla, donde pocos tienen televisor o radio.

Ahí los dispositivos tecnológicos no existen, pues difícilmente hay para comer. En esta comunidad la situación no es como en las ciudades o pueblos rurales. Es una zona indígena, de las pobres entre las pobres.

Un nuevo ciclo significa buscar opciones para hacer llegar la educación a los niños.

Relata que con los directivos de zona analizan el plan de estudios, pero todavía no han llegado a un acuerdo en el que pueda convivir la pobreza, la educación y la salud.

Precisa que buscan que los niños tengan una mayor calidad educativa, de ahí la preocupación de actualizar un método y no sólo trabajo impreso.

“Pensamos que si hay al menos cinco familias con televisión, tal vez juntar a los niños en ese espacio, porque algunos son hermanos de dos o tres. No sabemos aún”, detalla.

La situación es difícil y la ayuda poca, acusa y señala que plantearon a los directivos de la SEP Huejutla la posibilidad de dar televisores y electricidad a las familias, pero no hubo respuesta de las autoridades.

Judith afirma que para estos niños la escuela es su único lugar de esparcimiento, su refugio. Agrega que el reto de este año es que esta pandemia no le quite a los indígenas lo poco que este país les ha ofrecido.

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