De tapetes a lámparas UV; mitos de sanitización contra Covid-19



Un hombre con careta y un traje protector que parece sacado de una película de bajo presupuesto sobre la conquista lunar rocía un líquido sobre las banquetas de la Colonia San Pedro Mártir, mientras un auto se pasea a unos cuantos metros de distancia con música pegajosa y una grabación que anuncia el compromiso del Gobierno de la Ciudad de México con la salud.

Cuando empezó la pandemia, hace más de medio año, empezaron a circular imágenes de escuadrones limpiando las calles de Wuhan en China que poco a poco perdieron fuerza al reconocer su ineficacia. La OMS dejó claro que la estrategia no era funcional por varias razones, pues es poco probable que el rociado alcance todas las superficies durante el tiempo de contacto necesario para desactivar los agentes patógenos, además de que las calles no están consideradas reservorios de infección.

Para el doctor Carlos Magis Rodríguez, especialista en Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM, un problema a la hora de enfrentar la pandemia son las percepciones erróneas de, por ejemplo, cómo se puede limpiar el virus.

La respuesta probablemente no esté en estos hombres “sanitizando” calles con estrategias similares a las que utilizan los fumigadores para intentar ahuyentar a las cucarachas. “El virus no está allí y la palabra sanitizar ni existe. Son respuestas muy poco científicas para demostrar, quizá, que se hace algo, cuando en realidad insistir en la importancia de lavarse las manos constantemente, permanecer en casa y usar el cubrebocas sigue siendo lo más efectivo”.

El doctor Alejandro Sánchez explica que bacterias y virus tienen respuestas diferentes. Las bacterias son organismos vivos que responden de una manera específica a los agentes de limpieza y aunque hay muchas sustancias que las pueden matar, también este tipo de microorganismos tienen estrategias para volverse más resistentes, como volverse esporas.

En el caso de las partículas virales, no se está lidiando con organismos vivos, sino con material genético envuelto en grasas y proteínas. “Al virus hay que atacarlo para lograr que la cubierta de grasa y proteína se disuelva y libere al material genético que solo es muy degradable. Las moléculas de jabón se vuelven como una cuña que se mete en esa capa de grasa y la rompe”. El SARS-CoV-2 es mucho más fácil de destruir que muchos de los organismos que se han estudiado con anterioridad, pero la gente no suele seguir las normas de higiene más sencillas. Explica que hay otros agentes que también van a mostrar estas interacciones. Su funcionalidad también dependerá del método de aplicación. “La molécula del alcohol tiene una parte que puede interaccionar para disolver una parte de la cubierta del virus. El alcohol en la limpieza se maneja al 70% porque es más difícil que se evapore. El etanol contenido en una solución de agua a este porcentaje tiene el balance perfecto para que perdure”, señala y agrega que esta sustancia es particularmente eficaz en la limpieza de superficies metálicas. Otros compuestos químicos orgánicos muy utilizados en los productos de limpieza cotidiana son las llamadas aminas cuaternarias, contenidas en varios productos desinfectantes en aerosol muy populares. “Tienen un efecto tóxico que aunque no es grande, siempre va a depender del grado de exposición”. Con el regreso de más personas a los espacios públicos, son más visibles algunos objetos que buscan alentar la tranquilidad de que se está accediendo a un lugar desinfectado. Uno de estos accesorios es el tapete sanitario que busca desinfectar las suelas de los zapatos con alguna sustancia desinfectante, como cloro diluido. Este tipo de tapetes se empezaron a utilizar hace más de dos décadas en lugares ligados a la producción de alimentos, como las granjas. El especialista del Instituto de Biotecnología explica que tienen un uso común en lugares de producción agropecuaria o veterinarias donde hay mucho contacto con el suelo por el desplazamiento de los animales. “Hay que recordar que el suelo no es una vía con la que nos podamos infectar fácilmente y, de hecho, por tocar una superficie con el virus no me voy a infectar directamente, la infección sucede al llevarse las manos a la cara, por eso mantener una higiene constante es suficiente para evitar los contagios”. Por otra parte, se deben considerar las concentraciones de un producto y los señalamientos del tiempo de desinfección, así como limpiar antes de desinfectar, pues las capas de mugre pueden proteger al virus.

La institución señala que la inhalación de sustancias desinfectantes puede causar, entre otras cosas, daños a las vías respiratorias, tos, estornudos e irritación de los bronquios, así como desencadenar ataques de asma, producir neumonitis química e irritación en piel, ojos y mucosas. Otro problema con este tipo de tecnologías es que podrían generar una falsa sensación de seguridad de las personas y descuidar medidas básicas de prevención como lavado frecuente de manos y mantener una sana distancia. “No se crea ninguna diferencia a nivel físico, pero sí a nivel psicológico. Esta es una variable importante para generar un vínculo de conanza en un comercio, pero la observación de las autoridades debe estar más allá de esto. De nada serviría que ´saniticen´ al cliente al llegar y que en la cocina nadie ocupe cubrebocas”, señala Sánchez. Agrega que el reto, después de más de medio año de pandemia, parece seguir siendo que la gente no crea que algo tan sencillo como el agua y jabón sea la solución.

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