Latin Us.
¿Adiós a la transparencia?
¿Recuerdan cuando el INAI era sinónimo de transparencia, acceso a la información y protección de datos? ¿Ese organismo que nos daba una pizca de esperanza en medio de la opacidad? Pues ya no más. Esta semana, con un movimiento digno de una película de conspiraciones políticas, el Congreso de la Unión decidió apagar la luz que alguna vez brilló en la rendición de cuentas. Sí, el INAI, junto con otros organismos autónomos, ha sido extinguido. Así, sin rodeos ni contemplaciones. Porque en México, cuando no entendemos algo o nos estorba, lo eliminamos.
Pongámoslo en términos simples. El INAI no era perfecto. Como todo en la administración pública, tenía sus altibajos, sus tropiezos, sus procesos interminables. Pero también era uno de los pilares que sostenía la rendición de cuentas en un país donde lo opaco parece ser la norma. Gracias al INAI, pudimos conocer casos de corrupción, contratos turbios y, en algunos momentos, exigir explicaciones. Ahora, sin este, ¿qué instancia quedará para vigilar al vigilante?
Los argumentos para justificar su desaparición son, cuando menos, risibles. Se nos dice que es por simplificación, por austeridad, porque “ya no hace falta”. Pero ¿realmente no hace falta? ¿O simplemente estorbaba demasiado? Porque, seamos honestos, cuando la transparencia incomoda, es más fácil eliminar al incómodo que enfrentar las consecuencias.
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El derecho a saber no es un capricho, es un cimiento de cualquier democracia, y si algo garantizaba el INAI, era precisamente ese acceso a la información que nos permite cuestionar, exigir y participar. Sin un órgano autónomo que regule este derecho, volvemos a los tiempos oscuros —sí, esos del deleznable PRI— donde los ciudadanos eran vistos como súbditos y no como agentes de cambio. Imagina querer saber cómo se gastan los recursos públicos, solicitar información sobre proyectos fallidos o averiguar por qué una obra lleva años sin concluir. Ahora, la respuesta podría ser un silencio administrativo o, peor aún, un “no hay información”. Porque sí, con la desaparición del INAI, los mecanismos para exigir respuestas se diluyen, y con ellos, nuestra capacidad de hacer valer nuestros derechos.
Protección de datos: un juego peligroso
Pero si crees que esto no te afecta porque no estás interesado en cuestionar al gobierno, déjame recordarte que el INAI también era el encargado de proteger tus datos personales. En un mundo donde nuestra información vale más que el oro, perder al único órgano especializado en esta tarea es, cuanto menos, preocupante. Con el INAI fuera del juego, ¿quién se encargará de que las empresas no abusen de tus datos? ¿Quién vigilará que el gobierno no utilice tu información con fines indebidos? ¿Qué garantías tendremos de que nuestra privacidad será respetada? La respuesta, por ahora, es: nadie. Y eso debería alarmarnos a todos.
La extinción del INAI no beneficia a los ciudadanos. Eso está claro. Pero ¿a quién sí beneficia? La respuesta parece evidente: a quienes ven en la transparencia un obstáculo, porque, sin un órgano que regule y supervise, el camino queda libre para que la discrecionalidad y la arbitrariedad se conviertan en la regla. No olvidemos que la transparencia es un antídoto contra la corrupción. Eliminar al INAI es como quitarle la tapa al frasco de los venenos. La opacidad no sólo afecta nuestra capacidad de exigir cuentas, sino que erosiona la confianza en las instituciones, una confianza que, dicho sea de paso, ya estaba bastante deteriorada.
El precedente más peligroso
Lo más preocupante de la desaparición del INAI no es solo su impacto inmediato, sino el precedente que sienta. Si un organismo autónomo como este puede ser eliminado con tanta facilidad, ¿qué nos asegura que otros no seguirán el mismo camino? Hoy es el INAI, mañana podría ser cualquier otro contrapeso que incomode al poder. Poco a poco, los espacios de supervisión ciudadana se reducen, y con ellos, la calidad de nuestra democracia. Este precedente nos obliga a reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando como país. Porque, aunque a simple vista la extinción del INAI pueda parecer un tema técnico, en realidad afecta directamente nuestra capacidad de exigir cuentas, proteger nuestros derechos y participar activamente en la toma de decisiones.
¿Y ahora qué?
El futuro sin el INAI es incierto. Se habla de mecanismos alternativos, de nuevas estructuras que garantizarán la transparencia y la protección de datos. Pero, seamos realistas: si la intención era fortalecer estos derechos, ¿por qué eliminar al organismo que los protegía? ¿No hubiera sido más lógico corregir sus fallas en lugar de desmantelarlo por completo? Además, no podemos ignorar el impacto que esta decisión tendrá en el ámbito internacional. México ha firmado múltiples tratados y compromisos en materia de transparencia y derechos humanos. ¿Cómo explicaremos a la comunidad internacional que hemos eliminado al órgano encargado de cumplir con estos compromisos?
Frente a esta realidad, nos toca a los ciudadanos tomar un papel más activo. Porque si dejamos que la transparencia y la privacidad se conviertan en conceptos obsoletos, estaremos renunciando a mucho más que un derecho: estaremos cediendo el control de nuestro futuro. Es momento de exigir respuestas, de cuestionar decisiones y de recordarles a nuestros representantes que trabajan para nosotros, no al revés. El camino no será fácil. Pero la defensa de nuestros derechos nunca lo ha sido. La extinción del INAI es un golpe duro, pero no definitivo. Porque mientras haya ciudadanos dispuestos a alzar la voz, la transparencia seguirá siendo un ideal por el que vale la pena luchar.
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