El político portugués, que enfila ya su octavo año al frente de la organización, dijo que el sistema internacional tiene dos urgencias primordiales: la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, que nunca estuvo tan mal por sus divisiones, y la de las instituciones financieras internacionales, cuyo diseño es anticuado, disfuncional e injusto, además de que favorece a los países ricos que lo diseñaron.
Guterres recordó que los conflictos armados en el mundo tienen “atrapados a millones de personas para las que la vida es un infierno diario y mortal”, ya sea para los que mueren como para los que huyen de la violencia.
Citó, por este orden, a Gaza, “una herida gangrenada en nuestra conciencia colectiva”; Ucrania; el Sahel; el Cuerno de África; Libia; República Democrática del Congo; Yemen; Birmania, Haití y los Balcanes.
En todos esos lugares hay gobiernos que ignoran y socavan los fundamentos mismos del multilateralismo con cero rendición de cuentas, mientras que el Consejo de Seguridad —máximo órgano de la ONU— se encuentra atenazado por las divisiones.
Además, en todo el mundo se profundizan las divisiones causadas por los discursos de odio, la discriminación, los extremismos y los atropellos a los derechos humanos, que derivan en autoritarismo, islamofobia o antisemitismo, además de machismo y violencia de género.
Recordó, además, que los países en desarrollo están viviendo el lustro más amargo desde hace 30 años, muchos de ellos “afrontando una deuda impagable y en niveles récord”.
Mientras tanto, la inteligencia artificial (IA) evoluciona a toda velocidad, pero se está concentrando en unas pocas compañías, y aun en menos países, cuando lo cierto es que la tecnología debería reducir las desigualdades y no reproducirlas, agregó.
El secretario general volvió a uno de sus temas favoritos, como es la crisis climática, y proclamó de forma un tanto optimista que “la era de los combustibles fósiles está en las últimas” porque, según él, “la revolución de la energía renovable es imparable”.
Pero para ello, recordó que el objetivo mundial es limitar el calentamiento global a 1.5 grados, lo que requerirá recortar las emisiones de gas invernadero en un 45% para 2030 en comparación con 2010, y que 2025 sea el último año de aumento de este gas, para pasar desde entonces al descenso.
Eso va a obligar a cada país a presentar un plan nacional climático, señaló Guterres, que terminó recordando que la responsabilidad es individual a la par que colectiva y que él, por su lado, no descansaría en su lucha por la paz y por un futuro mejor para las generaciones venideras.