La madrugada del miércoles 9 de noviembre de 2016, la sorpresa se apoderó del mundo. Muchos sintieron euforia. Muchos otros sintieron tristeza. Algunos, miedo. Y Mary L. Trump daba vueltas por su casa, traumatizada como tantos estadounidenses, pero de una manera más personal. “Sentía que 62.979.636 votantes habían elegido convertir este país en una versión macro de mi malignamente disfuncional familia“, explica.
Aunque lo intentó durante años, Mary L. Trump no puede esconder su apellido. Es tan Trump como su tío, el 45º presidente de Estados Unidos. Es nieta del patriarca Fred Trump, un “sociópata” que empujó a su primogénito, el padre de Mary, a un alcoholismo que desembocó en su muerte temprana. Pero esta doctora en psicología clínica, de 55 años, es la antítesis de lo que el mundo asocia a los Trump. Culta, devoradora de libros desde la infancia, escritora vocacional, homosexual, de izquierdas. Y ha decidido contar cómo su familia creó “al hombre más peligroso del mundo”, como reza el subtítulo de su libro, Siempre demasiado y nunca suficiente (Urano), todo un fenómeno editorial que se publica ahora en España.
Toda la familia ha decidido guardar silencio sobre el tipo de persona que es Donald Trump, asegura la autora, por lealtad o por miedo. Pero ella no se siente atada por una ni por otro. “En primer lugar, fui desheredada por mis abuelos hace 20 años y eso me desgajó de la familia“, explica la autora en una conversación por Zoom. “Es difícil sentir lealtad por personas que han expresado tan abiertamente su deslealtad hacia ti. Pero esto no tiene que ver con ese hecho: quiero pensar que habría dado el paso de todas formas. Hay demasiado en juego. Y no tengo miedo de ellos. Quizá porque les conozco muy bien”.
Como psicóloga, Trump asegura que su tío reúne todos los criterios de un cuadro de trastorno narcisista. Pero aventurarse con un diagnóstico, asegura, sería complejo, además de innecesario. “Con los trastornos de personalidad, si estamos en el espectro de lo grave, hay muchas cosas que se superponen”, añade. “Podríamos centrarnos en lo más evidente y hacer el dibujo, pero evité hacerlo por varias razones. Primero, porque creo que es irrelevante. Debemos fijarnos solo en su comportamiento, que es atroz. Por otro lado, hay mucho más en él que su trastorno de personalidad. Hay potencialmente un abuso de sustancias, basado en cuánta cafeína consume. Claramente tiene un trastorno de sueño, no duerme lo suficiente. Y luego está lo físico. No hace ejercicio, tiene una dieta terrorífica. Todo eso impacta fuertemente en el bienestar psicológico de alguien. Sin embargo, insisto en que lo importante es su comportamiento. Se comporta de manera peligrosa, sea deliberadamente o como resultado de sus psicopatologías. ¡A quién le importa!”.
Sueño americano
El libro es el relato de la esencia putrefacta de una familia blanca en busca del sueño americano. Una familia marcada por la personalidad del patriarca, Fred Trump, abuelo de la autora y padre del presidente. Un hombre despiadado que destruyó al padre de Mary, el hijo mayor al que no consideró apto para liderar el negocio inmobiliario familiar, y cuya sombra sigue marcando al presidente. “Donald y mi abuelo son muy diferentes”, apunta. “Mi abuelo creo que era así de nacimiento. Y Donald se volvió así por mi abuelo, que fue un hombre muy cruel. Donald imita de muchas maneras a mi abuelo. Esa obsesión por ganar a toda costa. Esa idea de que todo es transaccional. Si alguien no tiene nada que ofrecerte, no hay que tomarlo en consideración. Solo hay un ganador; todos los demás son perdedores. Esa incapacidad de admitir errores, de pedir disculpas. Todas esas cosas en mi familia eran consideradas fortalezas. Igual que ser amable era considerado una debilidad”.
Con una figura paterna así, es inevitable preguntarse qué tipo de padre habrá sido Donald Trump para sus hijos. “Él no tuvo nada que ver con ellos cuando eran niños”, asegura la autora. “Les criaron las sirvientas. Después han dependido totalmente del dinero de la familia y saben lo que tienen que hacer para que siga así”.
No es gratuito que Mary L. Trump utilice la inicial de su segundo nombre (Lea). Lo hace para diferenciarse de su abuela, Mary Trump, de quien tampoco guarda un buen recuerdo. Ayuda el hecho de que, tras la muerte de su abuelo, cuando la llamó para preguntarle por qué habían sido desheredados ella y su hermano, únicos hijos de su primogénito muerto, la abuela le respondió. “¿Sabes cuánto valía tu padre? Un montón de nada”. Y colgó.
Si su tío es víctima de una familia así, ¿no habría que sentir lástima por él? “Creo que deberíamos tener compasión por el niño que fue”, admite. “Crecer en la familia de mis abuelos tuvo que ser una pesadilla. Me resultaba incluso difícil escribir sobre ello. Pero mi padre vivió en la misma casa y era una persona buena y generosa. Mucha gente ha tenido infancias horribles y luego han sido adultos decentes, empáticos, compasivos. Donald es adulto. Sabe la diferencia entre bueno y malo. Conoce las reglas, aunque elija no cumplirlas. Así que ninguna compasión. Hay que hacerle rendir cuentas, y debe haber una reflexión seria en este país sobre cómo llegó donde está”.
Eso lleva de nuevo a aquella madrugada de noviembre de 2016, en la que comprendió que millones de sus conciudadanos habían elegido convertir a su país en una versión de su familia. “La única manera de explicarlo es que en los últimos 40 años hemos hecho mucho para asegurarnos que un porcentaje significativo del electorado sea ignorante”, opina.
Ella, que ha votado demócrata toda su vida, asegura que hará todo lo que esté en sus manos para que Joe Biden gane las elecciones. Y la elección de Kamala Harris para candidata a vicepresidenta le hace “muy feliz”. “Esto va más allá de la política”, defiende. “Nuestro país esta juego. Él pone en peligro la democracia americana. No va de demócratas y republicanos. No sé cómo puedo ser de ayuda. De momento, la gente está respondiendo bien al libro”.
El libro, 200 páginas que se devoran, con un enfoque muy diferente del de otros títulos que se han acercado a la figura del controvertido presidente, vendió casi un millón de ejemplares el día de julio en que salió a la venta. Ayudó la expectación creada por la familia, que trató sin éxito de frenar la publicación en los tribunales. “Mi principal motivación era que la gente tuviera toda la información sobre qué tipo de persona es, para que cuando voten no puedan decir que no lo sabían”, subraya. “No es una venganza, es preocupación por lo que está sucediendo”. Ella no tiene reparos en afirmar que su tío es un “racista”. “En casa de mis abuelos el racismo, la misoginia y la homofobia eran aceptables. Pero, de nuevo, hay que fijarse en sus acciones. Las cosas que dice y hace no solo son asquerosas, son peligrosas y terroríficas”.
La autora, que se tiene por la primera Trump abiertamente homosexual, describe un ambiente familiar tóxico. “Nadie sabía nada sobre mí. No tenía motivos para decirlo. Aunque no era un tema de conversación, sabía que eran homófobos. Ese ambiente se ve en las políticas de Donald, con esa determinación por ser lo más divisivo que pueda. Es su manera de conectar con sus bases: cuanto más odioso es hacia la gente que ellos odian, más le quieren”.
Asegura la autora que, cuando ve por televisión al presidente, sigue viendo al tío que conoció en su niñez. “Sigue importándole si la gente le quiere”, concluye. “El problema es que no entiende lo que es el amor, porque nunca lo amaron de niño. Nunca será amado de una manera que importe. Eso es una gran parte de por qué es tan cruel. Tiene un gran concepto de sí mismo; enfrentarse a quien realmente es, le destruiría psíquicamente. Sería imposible hacerse cargo de que es una persona tan débil, mediocre y terrorífica”.
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