Miles de latinoamericanos estancados en EEUU por la pandemia



MIAMI.

Liliana viajó de Perú a Estados Unidos para una capacitación, pensando que sería su último viaje antes de dar a luz. Sin embargo, la sorprendió la pandemia de coronavirus y acabó teniendo sola a su primer hijo en un hospital de Utah.

Cristina Mujica llegó a Miami con su bebé para visitar a sus padres por un mes. Lleva cinco sin poder regresar a Venezuela a reencontrarse con su esposo, que no ha podido ver cómo el niño empieza a caminar.

“Salimos con la maleta para vacaciones y nos cerraron la puerta de casa y no nos dejan regresar”, expresó Cristina, una abogada venezolana que formó un grupo de unos 1.200 compatriotas que están en su misma situación. “Hay personas desesperadas”, aseguró la turista de 33 años.

Más de 8.000 latinoamericanos como Liliana y Cristina se encuentran en Estados Unidos con enormes dificultades para viajar a sus países de origen debido a las restricciones de vuelos y el cierre de fronteras que ha provocado el brote de COVID-19 y muchos de ellos se han visto forzados a acudir a familiares, amigos y fundaciones para sobrevivir.

Con cada vez menos dinero, algunos hasta piensan en cruzar la frontera de su país por tierra para reunirse con hijos y esposos de los que se han visto separados. Muchos de ellos son turistas que han quedado varados en Florida, Georgia, California, Utah o Nueva York. Otros son estudiantes que quieren volver a sus países o personas que buscan viajar para atender a familiares que se han enfermado.

Para los venezolanos, la situación es más complicada.

“Hemos pedido permiso para vuelos de repatriación pagos y no nos han querido dar autorización”, explica Cristina refiriéndose al gobierno del presidente Nicolás Maduro. “Se nos ha ignorado… aquí estamos recluidos”, asegura tras indicar que la gran mayoría de los venezolanos varados son turistas que habían llegado con fondos para dos semanas o menos.

En su grupo hay ejemplos de personas en tratamiento médico que no pueden costear las medicinas en Estados Unidos, una mamá que dejó su leche congelada para alimentar a su bebé en Venezuela y ya no puede amamantarlo ni enviarle la leche, y personas que hasta han tenido que dormir en automóviles.

“Mi esposo está desesperado por que regresemos”, asegura Cristina, que desde que llegó el 5 de marzo permanece alojada en la casa de sus padres en el sur de la Florida sin poder trabajar.

El gobierno de Maduro cerró el espacio aéreo a mediados de marzo y desde entonces no ha permitido ningún vuelo humanitario desde Estados Unidos.

Los representantes del líder opositor venezolano, Juan Guaidó, en Estados Unidos han dicho que tramitaron junto con Washington dos vuelos humanitarios para repatriar a venezolanos varados pero que Maduro no los autorizó. En Venezuela las autoridades no confirmaron esa información.

Liliana, la peruana que dio a luz, está varada desde el 4 de marzo. La dentista de 29 años llegó a Florida ese día para una capacitación y después se fue a visitar a su cuñada en Utah. Estaba embarazada de seis meses y planeaba regresar a Trujillo, Perú, dónde está su marido, al cabo de poco días. La pandemia, sin embargo, echó por tierra sus planes: quedó varada en Utah y acabó teniendo su bebé en Salt Lake City.

“He estado mal”, manifestó Liliana entre lágrimas. “Se me complicó todo, por la pandemia y estuve sola. Extrañaba a mi mamá y a mi marido”.

Ahora, en casa de su cuñada, cuida de su bebé de dos meses mientras intenta tomar un vuelo charter. Hace varias semanas que se inscribió en el consulado. La llamaron en mayo para que tomara un vuelo de regreso, pero justo acababa de dar a luz. Ahora espera tomar otro vuelo previsto para el 13 de agosto y lograr un salvoconducto para el bebé.

“Estoy rogando que salga el vuelo del 13 y que podamos viajar con mi hijito”, dice en referencia a un vuelo charter de Miami a Lima que le costará unos 550 dólares.

Liliana, que prefiere omitir su apellido por motivos de privacidad, es una de cientos de peruanos que lidian con este rompecabezas.

El gobierno peruano ha repatriado a unos 10.000 peruanos desde el inicio de la pandemia. Sin embargo, unos 1.700 están aún en Estados Unidos afectados por el cierre del aeropuerto internacional. De éstos, unos 500 han decidido quedarse en Estados Unidos, señaló la embajada del Perú en Washington DC.

Para ayudar a peruanos se han llevado a cabo 58 vuelos de repatriación, de los cuales 28 han sido totalmente gratuitos, indicó la embajada.

“En los vuelos mencionados se ha dado prioridad a aquellos connacionales que permanecen varados más tiempo, a algunos de los cuales se les ha ofrecido varias oportunidades para su retorno”, señalaron funcionarios de la embajada por escrito.

Colombia ha repatriado unos 7.500 colombianos y en estos momentos hay unos 3.500 inscritos para salir de Estados Unidos, dijo la embajada de ese país. Los que esperan irse no son turistas que llevan meses varados, sino casos más recientes, como por ejemplo colombianos que tienen una emergencia en su país natal, señaló la embajada.

En Estados Unidos hay además 1.740 guatemaltecos intentando regresar a Guatemala, un país que ha repatriado de momento a unos 510, informó la cancillería.

Para algunos venezolanos la desesperación es tan grande que hasta piensan entrar a su país por tierra. A diferencia de Venezuela, otros países como Argentina, Chile y Ecuador han permitido vuelos humanitarios que han devuelto a la gran mayoría de los varados.

Es el caso de Andrea Ramírez, una venezolana de 25 años que viajó a Orlando para acompañar a una cuñada que iba a someterse a una cirugía y dejó a sus tres niños pequeños en Valencia, Venezuela. Por el COVID-19, no pudo tomar su vuelo de regreso, previsto para el 11 de abril.

“Jamás pensé que se iba a poner tan feo”, dice la mujer, que está analizando tomar un vuelo desde Miami a Sao Paulo, luego hacer dos conexiones más hasta la región fronteriza de Brasil y Venezuela y cruzar la frontera caminando.

Los turistas varados no lo tienen fácil en Estados Unidos: Si se vence su plazo de estadía, se quedan en el país ilegalmente. Para poder renovarlo deben pagar unos 450 dólares. Es bastante dinero para Ramírez.

“Me siento mal, triste, desesperada”, explica.

Se está perdiendo, dice, los primeros pasos y palabras de su hijo más pequeño.

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