Luego de tres meses de cuarentena por el coronavirus, la ciudad de Nueva York dio el lunes un paso importante en la reapertura: los neoyorquinos comenzaron a asistir a peluquerías y salones de belleza o visitar restaurantes para comer, aunque solamente en mesas al aire libre.
Los compradores pudieron explorar una vez más las famosas tiendas emblemáticas de la ciudad y los niños podían entrar de nuevo a las zonas de recreo, en lugar de jugar entre las paredes de sus apartamentos.
El lunes marcó la segunda de las cuatro fases de reapertura de la ciudad, pero el alcalde Bill de Blasio lo llamó “el mayor paso hacia adelante” mientras la ciudad se defiende de la crisis de salud por el coronavirus.
Los empleados podían regresar a sus oficinas, aunque muchos aún no lo hacían. Otros, como Larry Silverstein, de 89 años, no podía esperar más para regresar a su escritorio.
El desarrollador del World Trade Center se dirigió el lunes a trabajar en su oficina allí, junto con hasta un tercio del personal de Silverstein Properties. La empresa estrenó horarios para que los empleados pudieran mantener la distancia entre sí. En el lobby del rascacielos con el número 7 del World Trade Center ahora es obligatorio portar mascarillas. En el piso había marcas que indicaban dónde pararse frente a los ascensores, ahora limitados a casi una cuarta parte de su capacidad habitual.
Para Silverstein, regresar a la vida de oficina y al trabajo en equipo en persona traía “alegría, satisfacción, sensación de ser capaz de funcionar”. No estaba convencido de que la pandemia no se lleva bien con los trabajos de oficina o con la ciudad de Nueva York.
“Pasé por el 11 de septiembre. Recuerdo que la gente me dijo que nunca podríamos lograr que la gente volviera a la zona sur de Manhattan”, dijo Silverstein, quien alquiló un sitio en las torres gemelas seis semanas antes de que los ataques terroristas de 2001 las destruyeran. “Nunca apuestes contra Nueva York, porque Nueva York siempre regresa, más grande y mejor que nunca”.
Sin embargo, otros neoyorquinos se mostraban aprensivos.
Eve González, una trabajadora de la rama alimentaria cuyo trabajo aún no se ha reanudado, siente que es demasiado pronto para relajar las restricciones al movimiento social.
“Me muero por salir, pero la salud de las personas es más importante”, dijo González, de 27 años.
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