A raíz de la pandemia de covid-19 Irak ha recurrido a parte de su Ejército para apoyar las medidas contra el virus y ha suspendido los programas de formación que recibían de la coalición internacional antiyihadista. Muchos de los integrantes de esta, entre ellos España, han retirado a los militares que se ocupaban de esas tareas. Al mismo tiempo, Estados Unidos ha replegado a sus tropas en dos bases a causa de los ataques de las milicias proiraníes. Los observadores advierten de que el autodenominado Estado Islámico (ISIS en sus siglas en inglés) está tratando de aprovechar la crisis sanitaria para ganar terreno.
“El coronavirus ha afectado mucho a las operaciones contra el ISIS, ya que la mayoría de las tropas [iraquíes] se han trasladado de los valles y los desiertos a los centros de las ciudades para imponer el toque de queda”, asegura a EL PAÍS Hisham al Hashemi, especialista en grupos extremistas y terrorismo que asesora al Gobierno de Bagdad. No obstante, Al Hashemi precisa que la reducción de las fuerzas extranjeras ya había empezado antes de la aparición de la covid-19 y que “los militantes del ISIS están reagrupándose desde el año pasado”.
Coincidiendo con el descenso de la actividad contrainsurgente, la organización se ha mostrado especialmente activa en marzo. En la comarca de Janaqin, en la provincia de Diyala y próxima a la frontera con Irán, atacó varios puestos de las fuerzas de seguridad causando unas cuantas bajas. También lanzó morteros contra ciertos barrios de las localidades de Tuz Jurmatu y Amerli (ambas en la provincia de Saladino), algo que no hacía desde hace un par de años. Los analistas temen que sus células durmientes empiecen una nueva campaña de asesinatos de líderes locales, los conocidos como mujtares, para intimidar a la población.
Los propios propagandistas del ISIS se han jactado de sus intenciones, tal como ha contado en su blog Aymenn al Tamimi, investigador del Programa sobre Extremismo en la Universidad George Washington. Al Tamimi, que analiza con detalle las publicaciones del grupo, señala que este anima a sus seguidores y simpatizantes a “no mostrar clemencia en organizar escapes de prisión y lanzar ataques”. En su opinión, el ISIS “ve la pandemia como una oportunidad para sacar partido de las divisiones y debilidades de sus enemigos”. A la vez, facilita consejos sanitarios para que sus militantes eviten el contagio.
“Aunque el Daesh afirma que ha intensificado el número de ataques, no se ha producido un aumento significativo. Además, nosotros nos centramos en la capacidad y siguen haciendo el mismo tipo de ataques con armas cortas y explosivos en las carreteras. Son incapaces de mantener territorio”, defiende por su parte el coronel norteamericano Myles B. Caggins III en conversación telefónica desde Bagdad. Caggins es el portavoz de la Misión Resolución Inherente, la coalición de 82 países dirigida por EE. UU. que combate al ISIS en Irak y Siria.
Los ataques habrían pasado de cinco a siete a la semana, como media, muy lejos de los centenares que lanzaban en 2014 cuando el Gobierno iraquí pidió asistencia internacional para frenar el avance de los yihadistas. La ayuda de la coalición permitió recuperar el territorio conquistado por el ISIS, pero el grupo se ha transformado en una insurgencia.
La mayoría de los observadores están de acuerdo en que la amenaza no es la misma. “Hay un resurgimiento del ISIS en partes de Irak y también en Siria, pero resulta improbable que pueda lanzar una campaña territorial como la de 2014; lo más probable es una insurgencia de bajo nivel, similar a la que lleva a cabo en el Sinaí, en particular en zonas vulnerables como Diyala”, planteaba Hafsa Halawa, investigadora del Middle East Institute, en un reciente seminario online organizado por ese centro de estudios. “Lo que hemos visto en el trabajo de los últimos años sobre el terreno es que la población se muestra contraria al sectarismo”, añadía esperanzada.
En el mismo foro, Farhad Alaaldin, presidente del Consejo Consultivo de Irak, una organización sin ánimo de lucro que asesora a los gobernantes iraquíes, señalaba que las operaciones del ISIS “se limitan a la tierra de nadie que queda entre las fuerzas iraquíes y los peshmergas [tropas kurdas], que varían entre una decena de kilómetros en algunas zonas y unos pocos cientos de metros en otras”. Para él, el problema no es la ausencia de fuerzas estadounidenses sobre el terreno, ya que opina que Irak tiene suficientes tropas de combate, sino “compartir información y apoyo logístico, que tiene que continuar y reforzarse”.
El portavoz militar rechaza que las medidas tomadas por la coalición a causa de la pandemia, como reducir las reuniones en persona, signifiquen una disminución de su apoyo a las fuerzas iraquíes. “Los últimos del ISIS se esconden en las zonas montañosas y los valles del desierto. Un terreno difícil para las tropas iraquíes y los peshmerga. Se necesita una estrecha coordinación entre todas las fuerzas de seguridad”, admite Caggins. Pone como ejemplo la operación conjunta llevada a cabo entre la aviación del Ejército iraquí y el poder aéreo de la coalición que el pasado día 13 “acabó con 23 proscritos del ISIS que intentaban esconderse en una zona al sur de Kirkuk”.
Sabedor de la batalla política que se libra en Bagdad sobre la presencia de las tropas extranjeras, el militar insiste en que “el éxito [contra el ISIS] depende de la cooperación” entre la coalición y las fuerzas locales. “Si bombardeamos posiciones del ISIS, es porque las Fuerzas de Seguridad Iraquíes nos lo pidieron”, precisa. Que siga siendo así está pendiente del diálogo estratégico que Irak y Estados Unidos tienen previsto mantener en junio.
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