Washington.- Donald Trump nunca ha entendido ni querido el liderazgo mundial que se le presume a Estados Unidos. Su “America First”, leitmotiv esencial para entender su diplomacia que incluso ha llevado numerosas veces a la Naciones Unidas (ONU), epítome del multilateralismo, nunca tuvo un reto tan global como la pandemia del coronavirus.
El aislacionismo de los nuevos Estados Unidos se ha mostrado mejor que nunca, y combinado con la inacción y desastrosa gestión de la Casa Blanca ha dejado temblando el supuesto orden planetario establecido desde hace décadas, encabezado por la superpotente Unión Americana. Poco a poco se está haciendo pedazos la presunción de presencia universal estadounidense, de liderazgo indudable.
Ante ese vacío, China está aprovechando la ocasión para, de una vez por todas, tratar de presentarse al mundo como un poder imprescindible en la esfera diplomática.
“La pandemia amplifica los instintos de Trump de ir solo y expuso cuán poco preparado está Washington para liderar una respuesta global”, explicaron Kurt Campbell, exdiplomático con Barack Obama, y Rush Doshi, experto en China de Brookings, en un artículo en Foreign Affairs
Para Rosemary Foot, académica del St. Antony’s College en Oxford (Reino Unido) y coautora del libro China, the United States and Global Order, es “sorprendente qué diferente es el actual comportamiento de Estados Unidos” en comparación con su actuar ante otras crisis.
Por citar sólo epidemias que pusieron en jaque la salud planetaria, Washington tuvo un papel predominante en la respuesta al SARS en 2002 o al ébola en 2014, enviando expertos y material a la zona y colaborando con aliados para atajar las crisis.
Actualmente, su presencia global brilla por su ausencia, eso daña su imagen internacional, ya suficientemente debilitada desde la llegada de Trump al poder, quien “ha abdicado el rol jugado por los presidentes de Estados Unidos en todas las crisis globales del último siglo”, se quejaba The Washington Post en un editorial reciente. Ese país está fuera de juego en esta pandemia, con el mandatario ninguneando un papel protagónico que no le interesa lo más mínimo.
“No me importa si [los chinos] quieren [el liderazgo global en la respuesta a la crisis del coronavirus]”, se atrevió a decir el pasado miércoles, incluso apuntillando que “es algo positivo si ayudan a otros”.
En lugar de encabezar la respuesta a una crisis que se avecinaba, Washington actuó tarde y mal.
En lugar de ayudar al mundo, enviando material, expertos y conocimiento, Estados Unidos está saliendo al mercado a buscar recursos y acepta y compra equipos de China y Rusia. En vez de liderar la respuesta global, se escondió dentro de sus fronteras. En lugar de crear una alianza, aunque fuera sólo con sus aliados europeos, Trump decidió cerrar las fronteras, tanto físicas como diplomáticas.
“La administración Trump ha evitado un esfuerzo de liderazgo para responder al coronavirus”, resumían Campbell y Doshi.
“Lo más asombroso es que nadie se ha sorprendido remotamente”, completaba Stephen Walt, profesor de Relaciones Internacionales en Harvard, en un artículo publicado en Foreign Policy.
En el texto, calificaba la respuesta estadounidense como un “fracaso político épico” que ha llegado “en el peor momento” y está “mancillando la reputación de la Unión Americana como país que sabe cómo hacer las cosas de forma efectiva”.
El vacío está siendo aprovechado por la maquinaria propagandística de Beijing, que ve en la crisis del coronavirus una oportunidad de oro para alzarse con el liderazgo mundial en el juego de la geopolítica del siglo XXI.
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